martes, 7 de julio de 2015

El mejor del mundo


EL MEJOR DEL MUNDO
 
El Valencia celebrando el histórico doblete
 
La temporada 2002/2003 acaba de terminar y el Valencia se ve sumido en una crisis muy similar a la vivida en 2001. Posible pérdida de estandartes, mala temporada anterior que sólo le valía para disputar la Copa de la UEFA, pérdida de ilusión por parte de la afición, etc.

El hecho de haberse quedado fuera de la Champions League provocaba que el Valencia todavía tuviera mayores problemas económicos. La única vía que el club veía para poder cuadrar el presupuesto era la venta de jugadores, lo cual no calaba en absoluto en los aficionados. En Barcelona, que estaba en plena época electoral, se decía que Txiki Begiristain, director deportivo del presidente electo Joan Laporta, quería fichar a la “triple A” valencianista (Aimar, Ayala y Albelda), aparte de tener interés por Baraja y Vicente; el Real Madrid insistía con el mismo Ayala, se hablaba del interés del Calcio por Cañizares, también los típicos rumores de salida del Kily González, etc.

Además, el Valencia también venía de un período electoral en el que los dos contendientes (Paco Roig y Bautista Soler) habían prometido fichajes; el ganador fue el constructor Soler y, a medida que iba pasando el verano, la afición esperaba la llegada de unos cracks que no venían. El Valencia preguntó a la Lazio para intentar el retorno de Claudio López utilizando la deuda que la escuadra italiana tenía con el Valencia por el traspaso de Mendieta pero el club lacial se negó a traspasar al argentino, al que consideraban pieza clave para su proyecto. Y, por otro lado, Soler se hizo cargo personalmente de las negociaciones con el Mallorca para poder firmar a Samuel Eto’o, con el beneplácito del entrenador Rafa Benítez, quien estaba perdiendo la paciencia con la directiva por la falta de fichajes.
 
Claudio López y Eto'o, objetivos del Valencia en el verano de 2003
 
A todo esto, la pretemporada empezó con un Valencia que demostraba solidez defensiva de nuevo, después del decepcionante final de temporada anterior, recuperando la actitud perdida en los meses previos. Una victoria en Anfield contra el Liverpool y un gran partido en el Trofeo Naranja contra el Real Madrid (perdido por penaltis) dejaban entrever que el Valencia parecía tener un engranaje óptimo para afrontar la nueva temporada 2003/2004. Además, el propio Rafa Benítez afirmaba que veía a sus jugadores con una actitud y unas ganas similares a las que había visto dos años antes, cuando el Valencia se proclamó campeón de Liga 31 años después de la anterior.

Pero el ambiente social estaba muy caldeado. Jaume Ortí, que seguía como presidente a pesar del resultado electoral, tuvo que soportar una pitada descomunal en la presentación del Valencia ante su afición. Un espectáculo bochornoso para un hombre que no tenía voz ni voto a pesar de su cargo, pero cuyo error fue prometer a la afición que vendrían futbolistas de primer nivel.

En aquellos años, durante la presentación del equipo, solía haber un discurso por parte del presidente, entrenador y capitán. Estos dos últimos fueron aclamados (Albelda fue nombrado capitán ese mismo verano por encima de Cañizares) pero cuando llegó el turno del presidente, la música de viento en Mestalla fue terrible. Ese fue el último año en el que hubo discursos en la presentación. Después de prometer grandes fichajes para intentar ilusionar a la afición, el Valencia, de un día para otro, contrató a dos auténticos desconocidos: el uruguayo Fabián Canobbio, procedente del Peñarol de Montevideo, y el brasileño Ricardo Oliveira, del Santos.
Oliveira y Canobbio
Estos dos fichajes hartaron al entrenador, quien afirmó que había visto a estos jugadores en un par de videos y que no era sabedor de que el Valencia había estado negociando por ellos. Aparte de eso, afirmó que no necesitaba jugadores en esas posiciones (el uruguayo era un jugador de banda izquierda, con más capacidad de lucha que calidad, y el brasileño era un delantero que venía de ser máximo goleador en su país y que en años posteriores llegaría a ser un punta de primer nivel) e hizo famosa aquella mítica frase de “yo esperaba un sofá y han traído una lámpara”. La relación del director deportivo de aquel año Suso García Pitarch con el entrenador tampoco era buena, lo cual hacía que la situación fuera incluso más grave. El entrenador señaló que necesitaba un jugador de banda derecha y, para contentarlo, el club firmó a Jorge López, del Villarreal, un jugador, este sí, de consenso, pero que no podría jugar la Copa de la UEFA al haber disputado la Copa Intertoto con el club amarillo.

Pero el tumulto del verano no terminaba ahí. La estrella indiscutible del Valencia en defensa, Fabián Ayala, se negaba a continuar en el club y quería ser traspasado al Real Madrid. El Valencia, al principio, se cerró en banda y pedía la cláusula de rescisión. El club merengue tenía una opción preferencial sobre su antiguo jugador Samuel Eto’o, a la cual estaba dispuesto a renunciar para fichar al jugador argentino; ofrecía 9 millones de Euros más esa opción para que el Valencia negociara libremente con el Mallorca y así firmar al delantero camerunés. El Valencia adolecía de gol tras la desastrosa temporada anterior, en la que los máximos goleadores del equipo eran futbolistas de segunda línea. El Real Madrid lo sabía y se quiso aprovechar de ello. Pero el Valencia, temeroso de vender a una de sus estrellas por la reacción de la afición rechazó la propuesta. Por eso, Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, utilizó una táctica habitual en sus negociaciones y le pidió al jugador que se declarara en rebeldía y el argentino así lo hizo. Se negó a jugar las primeras jornadas de Liga, por lo que el Valencia volvió a estudiar detenidamente la oferta y con Burdisso, del Boca Juniors, en la recámara por si Ayala salía del club. Al final, después de un mes de tiras y aflojas, y de que el club no concediera al argentino su deseo de irse al Real Madrid, Ayala decidió renovar su vinculación con el Valencia cuatro años más. Un acierto por lo que se demostraría esa temporada.
Roberto Fabián Ayala
Rafa Benítez suspiraba por retener al argentino pero también necesitaba un jugador de ataque. Y, para colmo, vio como en la noche anterior a la fecha límite del mercado de fichajes, el Valencia cedía a Salva Ballesta al Málaga y a John Carew a la Roma. Y no se traspasó a Juan Sánchez por cuestión de minutos, lo cual significaba que el número de delanteros era limitado. En los días previos también se había traspasado a Kily González al Inter de Milán, teniendo que pagar el Valencia una parte importante de la ficha que le restaba por percibir al argentino, que tenía nada menos que cuatro años más de contrato, pero la operación demostró ser ruinosa cuando se supo que en el verano anterior, por miedo a la reacción de la afición por si se vendía a uno de los jugadores más queridos de la afición, el club había rechazado unos 15 millones de Euros por él del Barcelona. El entrenador finalmente explotó y, en rueda de prensa y ante la falta de refuerzos, dijo que él intentaría sacar el máximo de la plantilla que le habían dejado y que sólo se preocuparía de eso y nada más. Benítez, a pesar de estar a gusto con la ciudad y con los aficionados, cada vez estaba más molesto con los rectores del club, lo cual desembocaría en su marcha al final de la temporada.

Por suerte, la marcha deportiva del club fue sobresaliente a principio de temporada. A finales de septiembre era líder de la Liga, jugando grandes partidos, había superado la primera ronda de la Copa de la UEFA sin problemas contra el AIK Solna sueco y por fin había una referencia en ataque sorprendente, ya que Mista demostró estar tocado por una varita mágica y demostró una facilidad goleadora que no había demostrado en temporadas anteriores. El director deportivo, García Pitarch, había intentado en verano traspasarlo al Sevilla por 4 millones pero el murciano se había negado, queriendo demostrar su categoría en el Valencia. Y lo estaba consiguiendo. Además, se ganó al Real Madrid de los galácticos en Mestalla y al nuevo Barcelona de Rijkaard y Ronaldinho en el Camp Nou. El Valencia también superó al Castellón en la primera ronda de la Copa del Rey en una eliminatoria surrealista, en la que el árbitro fue agredido desde el público de Castalia con un mechero después de señalar un penalti a favor del Valencia con empate en el marcador suspendiendo el partido; el encuentro se reanudó días más tarde y, después de días de incertidumbre sobre quién lanzaría la pena máxima (todos esperaban que fuera Baraja), el lanzador fue Mista, que erró, pero cuyo rechace aprovechó Baraja para marcar un gol que antecedería a otro tanto de Canobbio, que daría el pase a la siguiente ronda. 

El bache vino con el frío. Derrotas en Riazor, en Mestalla ante el Racing, empates en La Condomina, en Anoeta y en Mestalla ante el Celta, y un decepcionante empate en casa en la ida de la Copa de la UEFA ante el flojo Maccabi Haifa israelí, hicieron que el Valencia perdiera posiciones en Liga y que su clasificación para la siguiente ronda de la competición europea estuviera en peligro. Por suerte, el Valencia ganó a domicilio con un contundente 0-4 en un casi vacío estadio Eneco Stadion de Rotterdam (campo del Sparta), ya que no se podían jugar partidos en Israel por los problemas bélicos que acechaban al país hebreo.

Con el comienzo del año 2004 el Valencia recuperó el tono y empezó a ganar partidos con solvencia, superando dos eliminatorias coperas contra el Murcia y el Osasuna. El sistema de rotaciones de Rafa Benítez funcionaba y el equipo mostraba un nivel físico fantástico. Jugadores como Xisco, Canobbio, Oliveira, Sissoko, Garrido o David Navarro ocupaban el puesto de los teóricos titulares y el equipo no lo notaba.

El equipo funcionaba muy bien hasta que llegó el escándalo de todos los años en el Santiago Bernabeu. Ya en el mes de enero el Valencia había caído contra los merengues en la Copa del Rey, con una actuación arbitral reprobable y en la que el equipo mereció más. Pero lo ocurrido en el partido de Liga fue aún más indignante. El Valencia estaba maniatando a domicilio al Real Madrid, con un gol de Ayala que le dio ventaja durante todo el partido. Hasta que llegó el descuento y un balón largo desde el mediocampo madridista llegó al área valencianista; Raúl apoyó su cuerpo contra el de Marchena y se dejó caer de forma descarada. El árbitro picó y pitó penalti. Figo marcó y el partido terminó con empate. El escándalo fue tal que toda España hablaba de ello, conscientes del robo que había sufrido el Valencia. Para colmo, apareció el presidente del Comité de Árbitros, Sánchez Arminio, defendiendo la actuación del colegiado y todavía peor, el director del mismo comité, el ex-árbitro Díaz Vega, que se presupone parcial, salió criticando al valencianismo por sus quejas. La credibilidad del estamento estaba bajo mínimos.
 
 
Esa acción puso nervioso al Valencia y en los siguientes partidos el equipo se vino abajo, con derrotas en Mestalla contra el Barcelona y en Montjuïc contra el Espanyol, colocándose a ocho puntos del líder, el mismo Real Madrid. Por suerte, la recuperación vino poco después, superando dos eliminatorias complicadas contra el Besiktas y el Gençlerbirligi turcos, este último tras una derrota en Turquía en pleno 11-M y necesitando de un gol de plata en la vuelta en Mestalla. En Liga el equipo se encauzó y empezó a sumar victorias, con unos Vicente y Mista extraordinarios, demostrando el primero ser el mejor extremo izquierdo del mundo y, el segundo, un acierto goleador que no tenía fin, marcando 24 goles en todas las competiciones.

El Valencia llegó a abril con el liderato más cerca y en cuartos de final de la Copa de la UEFA, que empezaba a ser una posibilidad real para ganar un título. El rival sería duro, el Girondins de Burdeos, pero el Valencia encarriló la eliminatoria en Francia y la culminó en Mestalla. El Valencia se veía en semifinales con gran ilusión, ya que nunca había caído en esa ronda en competición europea, ni en Champions League, ni en Copa de la UEFA ni en la extinta Recopa de Europa. El rival serían los vecinos del Villarreal. Al mismo tiempo, el Valencia logró recortar los ocho puntos que le llevaba el Real Madrid en marzo y recuperó el liderato con una gran victoria en Zaragoza, la cual será recordada por los aficionados por el gesto del presidente Jaume Ortí poniéndose una peluca naranja, celebrando la gran marcha del club. El presidente empezaba a ser más respetado.
Jaume Ortí luciendo su peluca naranja
La maquinaria mediática empezaba a temer por una Liga que pensaban que ganarían con facilidad. El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, había decidido la temporada anterior prescindir de dos iconos de la historia madridista: el entrenador Vicente del Bosque y el capitán Fernando Hierro. Para ello, se escudó en que no eran dos personas mediáticas y, en su sustitución, fichó para su banquillo al portugués Carlos Queiroz, hasta entonces segundo entrenador de Sir Alex Ferguson en el Manchester United. También decidió apostar por una política llamada “Zidanes y Pavones”, basada en combinar los mejores futbolistas del mundo y los más caros con canteranos. Además fichó a David Beckham, que demostró vender más camisetas que buen juego. La apuesta salió fallida y en una prensa manejada vergonzosamente por Florentino Pérez, en el mes de abril, y para justificar aquella decisión, intentó desestabilizar al valencianismo vía terceras escuadras, animando desde un periódico de información madridista al Deportivo a dejarse perder contra el Real Madrid, recordándoles el penalti que falló Djukic contra el Valencia en 1994 y que causó que el Deportivo perdiera una Liga que tenían ganada. Florentino Pérez veía que su proyecto fracasaba, cayendo en la final de la Copa del Rey contra el Zaragoza y en cuartos de final de la Liga de Campeones contra el Mónaco. El equipo coruñés no se amilanó por la presión y terminó ganando su partido.

A principios del mes de mayo, el Valencia logró una victoria esencial en su lucha por la Liga, en Mestalla contra el Betis. Unos pocos días después, el Valencia debería de afrontar el partido de vuelta de la eliminatoria de semifinales de la Copa de la UEFA contra el Villarreal; la ida en El Madrigal había terminado con un empate sin goles a pesar de las múltiples ocasiones desperdiciadas por los valencianistas; y vuelta se presagiaba como un partido muy duro y así fue. En el minuto 15, Belletti hizo un penalti tonto e innecesario sobre Mista, siendo él mismo quien se encargaría de batir a Reina desde los 11 metros. El Valencia sufrió hasta el final del partido pero, al final, se llevó la eliminatoria y se enfrentaría al Olympique de Marsella francés, que venía de eliminar al Newcastle inglés.

Tres días después de clasificarse para la final de la Copa de la UEFA, el Valencia afrontaba una jornada muy importante para intentar alzarse con la Liga. Pero dependía de que tanto Real Madrid y Barcelona fallaran el sábado, lo cual era muy complicado. Pero ocurrió. El Real Madrid cayó con estrépito en el Santiago Bernabeu contra el Mallorca de un ex-madridista Samuel Eto’o más que motivado mientras que el Barça perdió en Vigo contra el Celta de Vigo. Por lo tanto, si el Valencia ganaba el domingo en el estadio del Sevilla, se proclamaría campeón de Liga sólo dos años después de su anterior título.

Para sorpresa de todos, Rafa Benítez continuó utilizando su sistema de rotaciones en el partido más importante de la temporada. En el once titular jugaron los teóricos suplentes Oliveira, Sissoko, Xisco y Jorge López, dejando en el banquillo a titulares como Baraja, Angulo y Aimar. El entrenador madrileño sabía que todavía restaban dos jornadas más de Liga y había una final de Copa de la UEFA de por medio. Pero el equipo no lo notó, fue una apisonadora y no tuvo problemas en ganar 0-2, con goles de Vicente y Baraja. El Valencia se proclamaba campeón de Liga por sexta vez en su historia.
 
Pero lo mejor estaba por llegar. Diez días después, en el estadio Üllevi de Göteborg en Suecia, el Valencia se enfrentaría contra el Olympique de Marsella en la gran final de la Copa de la UEFA. El fantasma de las finales de Champions perdidas en los años 2000 y 2001 acechaba al Valencia. Además, los franceses contaban con dos jugadores de auténtico lujo: el portero campeón del mundo y de Europa con Francia Fabien Barthez y el potente delantero marfileño Didier Drogba. El Valencia empezó el partido con dudas y con poca puntería; el conjunto marsellés tampoco creaba mucho peligro, ya que Drogba desde el principio se había dejado intimidar por Ayala pero en ataque el Valencia no estaba preciso. Finalmente llegó una acción que marcaría el resto del partido. Casi en el descuento de la primera parte, Mista se quedó sólo delante de Barthez y, cuando iba a regatearlo, el portero galo le hizo un penalti claro. Fue expulsado y el penalti fue transformado por Vicente. Fue un gol psicológico que afectó al Marsella en la segunda mitad; jugando con diez y ante un Valencia ya entonado, el cuadro francés no pudo hacer más que ser testigo de la exhibición de los de Rafa Benítez. En el minuto 57 Mista remataba el partido y el Valencia por fin se desquitó de las finales de la Champions League perdidas y levantó la Copa de la UEFA de manos de los capitanes Albelda y Baraja. Después de un principio de temporada más que problemático, el Valencia la terminaba ganando un doblete histórico.


Los jugadores fueron recibidos como héroes por una ciudad entregada. Aún así, el Valencia siempre ha estado envuelto en problemas internos y, a pesar de que los éxitos deportivos los tapaban, ellos seguían ahí. El consejero delegado del club, Manuel Llorente y el director deportivo del club, Suso García Pitarch, habían estado tanteando inexplicablemente la posibilidad de fichar a un entrenador para la temporada siguiente. Contactaron con Gregorio Manzano y César Ferrando, del Atlético de Madrid y Albacete, respectivamente. Rafa Benítez se enteró y exigió explicaciones y un nuevo contrato, dado el trabajo demostrado y los éxitos deportivos logrados a pesar de las trabas con las que se había encontrado durante sus tres años en Mestalla. Manuel Llorente le contestó que le ofrecería una renovación pero a la baja ya que, según él, “si pierdes tres partidos seguidos, te tendré que echar”. Esto colmó la paciencia de Benítez y en los días previos al histórico partido en Sevilla donde el Valencia ganaría la Liga, el preparador madrileño decidió dejar el club, a pesar de tener un año más de contrato. Había tenido ofertas de Turquía que no le satisfacían pero apareció el Liverpool, que le daba cinco años de contrato y plenos poderes a la hora de fichar, renovar y vender. No pudo rechazarlo y decidió poner rumbo a Anfield.

El dueño Bautista Soler intentó convencerle para que se quedara, consciente de que la afición podría echárseles encima; llegó a ofrecerle un contrato similar al que le ofrecía el Liverpool pero la decisión estaba tomada. Una vez terminada la temporada, con una rueda de prensa emotiva que no pudo terminar a causa de las lágrimas, Rafa Benítez dijo adiós al Valencia, yéndose en la cresta de la ola y dejando un equipo campeón, que sería nombrado el mejor del mundo del año 2004.

Manuel Llorente viajaría días más tarde a Londres a la desesperada para firmar al antiguo preparador valencianista Claudio Ranieri, que había sido recientemente despedido por el Chelsea. Le ofrecería el contrato que le negó a Rafa Benítez, demostrando así su mala relación el Benítez, que pasaron de grandes amigos a personajes antagónicos. Fue un final triste para la mejor temporada de la historia del Valencia, que provocaría una gran depresión en los años venideros, tanto en el equipo como en la afición, mientras Rafa Benítez levantaba la Champions League la temporada siguiente.
Rafa Benítez levantando la Champions League en 2005 con el Liverpool
 

martes, 30 de junio de 2015

Transición y conformismo


TRANSICIÓN Y CONFORMISMO
 
Vicente y Carboni protestando una decisión del árbitro en el Valencia-Inter
“Que se refuercen los demás”. El Valencia acaba de ganar la Liga 2001/2002 y, sin embargo, la situación económica del club es delicada. El entrenador, Rafa Benítez, sabe que ha exprimido al máximo a su plantilla hasta lograr convertirla en campeona, derrotando a los galácticos del Real Madrid, así como también al poderoso Deportivo de principios de siglo. Por lo tanto, el técnico madrileño pide refuerzos, fichajes que puedan dar un plus a la plantilla, que aumente la competitividad y para paliar posibles bajas ante el interés de clubes poderosos por las estrellas del Valencia. La respuesta del presidente, tanto de manera privada como pública, fue contundente: “que se refuercen los demás, los campeones somos nosotros”. Arrogancia en estado puro por parte de Jaume Ortí.

Jaume Ortí, presidente del Valencia en aquella época

El Valencia necesitaba refuerzos específicos, especialmente en el lateral derecho y en la punta de ataque, después de las bajas de Angloma y de Adrian Ilie. Para el ala derecha, el Valencia estuvo tanteando durante meses la incorporación del futbolista del Las Palmas, recientemente descendido a Segunda División, Ángel. Un lateral con buena proyección y futuro. Finalmente ficharía por el Celta de Vigo, donde conseguiría ser internacional con España, antes de jugar en el Villarreal, Betis y de vuelta a Las Palmas. Para la delantera, el objetivo era Albert Luque, del Mallorca, donde había jugado dos temporadas fantásticas que le permitieron ir al Mundial de Corea y Japón, pero su precio era prohibitivo y terminó fichando por el Deportivo.

Por lo tanto, Rafa Benítez se quedó compuesto y sin fichajes y Jaume Ortí, presidente del Valencia en aquella época, enunció la frase con la que se abre este artículo intentando tapar que el club no disponía del dinero suficiente para poder reforzar el equipo con garantías.

El entrenador, a pesar del gran nivel de la plantilla, temía que sus jugadores, después del gran esfuerzo hecho para lograr el campeonato de Liga, pudieran acomodarse y bajar el pistón, teniendo en cuenta el regreso del Valencia a la Champions League.

Y parece ser que sus preocupaciones tenían sentido después de ver el primer mes de competición. El equipo perdió de manera contundente la Supercopa de España ante el Deportivo y, en el entrenamiento anterior al primer partido de Liga en Mallorca, Rafa Benítez decidió cancelarlo diez minutos después de su comienzo, debido a la poca intensidad que veía en sus jugadores, quienes estaban de risas y con pocas ganas de correr.

Afortunadamente, el principio de la temporada en Liga y en Champions fue prometedor y el equipo mostraba un nivel similar al de la temporada anterior, en parte gracias a un sistema defensivo sólido y al gran acierto de John Carew en ataque. El equipo se colocó líder en el mes de septiembre.

Pero, a partir de entonces, el Valencia empezó a tener una alarmante falta de gol, agravado por el hecho de que los jugadores eran incapaces de acertar desde el punto de penalti; de hecho, llegó un momento en el que cuando se pitaba una pena máxima a favor del Valencia parecía que el castigo recayera en los propios futbolistas del Valencia, creándoles una gran inseguridad. Incluso un especialista como Rubén Baraja llegó a fallar dos en un partido en casa contra el Celta.

En la Champions League el panorama era bastante halagüeño. El grupo que le tocó en suerte al Valencia era bastante asequible, con el Liverpool, el Spartak de Moscú y el Basilea. El Valencia lideró su grupo sin problemas pero en la segunda liguilla tendría que vérselas con rivales temibles. Un Arsenal invencible liderado por Henry, Vieira, Pires o Bergkamp; una Roma muy potente con Totti, Cafú y Cassano y, por último, un Ajax de Amsterdam entrenado por Ronald Koeman en el que militaban jugadores que serían estrellas años más tarde, como Ibrahimovic o Van der Vaart, y veteranos como Litmanen.

En el mes de noviembre tuvo lugar un hecho que no hizo más que dificultar la relación entre Rafa Benítez con la directiva. Javier Subirats, director deportivo y gran valedor del entrenador, fue sustituido en el cargo por otro ex-futbolista del Valencia, Jesús García Pitarch, con el que el técnico tendría sus más y sus menos en varias ocasiones. Aún así, Benítez firmó su renovación por dos temporadas más, pactada anteriormente con Subirats.
Suso García Pitarch junto a Rafa Benítez
Cuando llegó el mes de diciembre, el club no estaba lejos de los primeros puestos de la clasificación, liderada por la sorprendente Real Sociedad de Nihat, Kovacevic y Xabi Alonso. Pero la falta de gol era preocupante. El equipo hacía muchas ocasiones pero siempre fallaba a la hora de rematar. Un ejemplo de ello fue el primer partido de la segunda fase de grupos de la Liga de Campeones en Mestalla contra el Ajax. El Valencia, después de tener más de diez ocasiones vio como, en el minuto 87, Zlatan Ibrahimovic marcaba para los holandeses en la única ocasión que tuvo su equipo. Por fortuna, en el descuento, Angulo marcó el empate. Sumado a la falta de acierto y al problema con los penaltis, el Valencia empezaba a flaquear en la zona en la que más fuerte era: en la defensa. El Valencia, a mitad de temporada, empezó a recibir goles a balón parado debido a la falta de tensión defensiva que tanto temía Benítez al principio de temporada.

La Copa del Rey terminó pronto para el Valencia en aquella temporada. Con la regla del partido único en casa del rival más débil, el equipo logró eliminar al Nàstic de Tarragona por penaltis pero cayó de la misma forma contra el Alicante, de 2ªB. Un fracaso a sumar al de los años anteriores, contra Osasuna, Guadix o Novelda.

Por otro lado, no faltó el escándalo anual del Santiago Bernabeu. Aún dolido por haber perdido la Liga en el año de su centenario, el Real Madrid empezó a orquestar presiones mediáticas contra el equipo valencianista para descentrarlo y poder evitar obstáculos en su camino por el título liguero en unos años en los que su máximo rival, el Barcelona, estaba jugando a un nivel paupérrimo. Así, con 1-1 en el marcador en un partido en el que el Valencia estaba mostrando un gran nivel, el lateral derecho madridista Míchel Salgado simuló una agresión de Pablo Aimar; el árbitro picó y el argentino fue expulsado. Aimar, un jugador incapaz de hacer daño a nadie, se retiró del campo sin entender nada. A partir de ahí el Valencia se descentró y terminó cayendo 4-1, jugando más de media hora con uno menos.
 
Aimar siendo expulsado en el Santiago Bernabeu
 
En el mercado de invierno, el Valencia por fin pudo reforzarse, después de que Curro Torres, el único lateral derecho de la plantilla, se lesionara de gravedad en su rodilla. Benítez se vio reforzado después de pedir durante el verano un lateral derecho. El elegido fue el francés Anthony Réiveillère, del Rennes. El Valencia no poseía una gran capacidad económica, por lo que se hizo con sus servicios en forma de cesión con una opción de compra a final de temporada que el club no ejercería, a pesar del buen rendimiento del francés, que lo jugó todo desde enero hasta el final. Después de su paso fugaz por el Valencia, Réveillère jugó diez años en el Olympique de Lyon como titular indiscutible ganando muchos títulos y siendo miembro de la selección de Francia durante un Mundial y una Eurocopa.


Presentación de Anthony Réveillère como jugador del Valencia


A partir de la segunda vuelta el Valencia se vendría abajo. La exigencia del calendario (esta temporada fue la última en la que los octavos de final de la Champions League se jugaría como una liguilla, para así descargar a los jugadores de partidos) y el desatino en ataque, sólo salvado por unos números aceptables de Carew, Aimar y un sorprendente Fabio Aurelio, hicieron que el equipo tuviera problemas para sacar los partidos adelante.

En la segunda liguilla de la Liga de Campeones, el Valencia logró clasificarse en uno de los grupos más igualados de la historia, y además como primero de grupo, después de una noche mágica, el día de la cremà de las Fallas, derrotando al potente Arsenal por 2-1, recordando la victoria lograda contra el mismo rival dos años antes y que permitió al Valencia clasificarse para las semifinales de la Champions League en 2001. Además, el verdugo de los británicos volvió a ser el mismo que dos años antes: el noruego John Carew. El Valencia sufrió, ya que el Arsenal poseía el ataque más potente del continente, pero el equipo logró jugar a su máximo nivel, sobre todo a nivel defensivo, y el gigante noruego tuvo buena puntería en ataque.  En cuartos de final esperaba el Inter de Milán de Héctor Cúper, otro hueso duro de roer, con Zanetti, Materazzi, Crespo y Vieri entre otros.
 
 
La relación entre Rafa Benítez y su plantilla empezaba a agrietarse. El técnico sabía que, si querían competir con los mejores, necesitaba exprimir al máximo a sus jugadores y hacerlos rendir incluso por encima de sus posibilidades. Al verse tan exigidos, hubo miembros de la plantilla que se quejaron por el cansancio que aquello suponía. Es por eso que en la rueda de prensa previa al partido de vuelta contra el Inter, el técnico dio un correctivo público a sus jugadores, con el objetivo de motivarles. Benítez criticó a sus jugadores de falta de actitud y de ilusión, cuestionó su esfuerzo y terminó aquel discurso con la famosa frase “nos quedan dos meses de aguantarnos”, queriendo decirles que aunque tuvieran problemas con él, tenían que darlo todo en aquellos dos meses finales y luego a final de temporada, cada uno tomaría las decisiones que tocaran. También era un mensaje a la directiva, demostrándoles que la falta de refuerzos finalmente sí repercutió en el nivel y resultados del equipo. Todo esto ante una prensa ojiplática. El Valencia venía de perder en San Siro en el partido de ida por 1-0 y necesitaba que los jugadores mostraran todo su nivel, acompañados por unos aficionados que nunca fallaban. 

En el partido de vuelta, el Valencia jugó a un fantástico nivel, a pesar de recibir un gol de Vieri en los primeros minutos del partido. El héroe de aquel partido, como en la eliminatoria del año anterior en la Copa de la UEFA, fue el guardameta Toldo, quien desbarató las múltiples ocasiones que tenía el Valencia. El equipo valencianista volvió a demostrar una gran falta de acierto y, aún así, consiguió remontar el partido y colocarse 2-1, con goles de Aimar y Baraja. El Valencia siguió asediando la portería del Inter y en los últimos minutos, el defensa italiano Adani le hizo un penalti clarísimo a Juan Sánchez, pero el colegiado danés Milton Nielsen no lo vio, o no lo quiso ver. El Valencia cayó eliminado y ese año no habría títulos, ya que el Valencia poco a poco se había descolgado de las primeras posiciones, en las que Real Madrid y Real Sociedad luchaban por el título.
 
 

Después de este jarro de agua fría, el Valencia se vino abajo. El Celta de Vigo y el Deportivo le habían comido la tostada en su lucha por los puestos de Champions League, y el calendario era durísimo, teniendo que jugarse su clasificación para la máxima competición continental con partidos contra el Deportivo, el Real Madrid, la Real Sociedad y el Barcelona. Precisamente contra los catalanes fue cuando el Valencia perdió todas sus opciones, en un partido recordado por el gol de penalti de Mendieta para el Barcelona, cuya celebración Mestalla nunca entendió. El Valencia tenía que consolarse con participar en la Copa de la UEFA la temporada siguiente, aunque la historia al final dice que aquello terminó siendo un regalo.

Al final Rafa Benítez tenía razón: el Valencia necesitaba refuerzos y que la plantilla mantuviera su compromiso y su actitud para poder jugar al mismo nivel que le había permitido ganar la Liga anterior. El equipo al final mostró ese conformismo que tanto temía el técnico valencianista en una temporada que puede considerarse como una temporada de transición, después del éxito de la temporada anterior y el éxito que vendría la temporada siguiente, un accidente necesario que impulsaría al equipo para convertirse en el mejor del mundo.

martes, 23 de junio de 2015

Los genios también se equivocan


LOS GENIOS TAMBIÉN SE EQUIVOCAN
 
Salva Ballesta y Gonzalo De los Santos
En el verano de 2001 el Valencia se encontraba en plena reconstrucción. El equipo había perdido a su presidente, a su entrenador y a su capitán y estrella y, para colmo, el club tendría que jugar en la Copa de la UEFA siendo el subcampeón de Europa.

Para levantar el proyecto llegó un entrenador de perfil bajo, del que muchos dudaron cuando se anunció su contratación, por parte del mismo club y también por los aficionados. Ese hombre era Rafa Benítez, quien había aterrizado en Mestalla de la mano del director deportivo de aquella época, Javier Subirats.

El club se reforzó con jugadores que también eran de un perfil bajo pero que eran jóvenes y tenían hambre de triunfos quienes, a la postre, resultarían ser vitales para los éxitos que tendría el equipo en los años venideros. Hombres como Mista, Marchena, Rufete o Curro Torres se unieron al proyecto aquel verano. Aún así el Valencia todavía necesitaba reforzarse en dos posiciones más: el mediocentro y la punta de ataque.

El estilo de Benítez requería combinar un mediocentro defensivo con otro ofensivo y, por desgracia, Rubén Baraja sufrió una lesión que le mantendría apartado de los terrenos de juego durante seis meses. Para ello, el mismo Benítez insistió en el fichaje de un mediocentro de contención que también tuviera llegada al área contraria y que pudiera ser un complemento ideal para David Albelda. El futbolista elegido fue el uruguayo del Málaga, Gonzalo de los Santos.

No dejaba de ser un jugador de perfil medio y, aún así, el Valencia desembolsó nada menos que 15 millones de Euros para hacerse con sus servicios. La insistencia de Rafa Benítez fue clave. El uruguayo venía de hacer unas buenas temporadas con el equipo malacitano y había despertado el interés de varios clubes, entre ellos, el Inter de Héctor Cúper, pero el jugador eligió vestir la elástica valencianista. Benítez desestimó la posibilidad de fichar a Sergio González, del Espanyol, que acabaría recalando en el Deportivo A Coruña y donde sería clave en los éxitos del club gallego en aquella temporada.

De los Santos fue un futbolista residual, jugando 13 partidos en Liga, casi todos ellos en la primera parte de la temporada, marcando un gol. Con el retorno de Baraja en el mes de enero y debido a la gran forma del vallisoletano, De los Santos apenas jugó en la segunda mitad de la temporada y disputó su último partido en el mes de marzo, en una temporada en la que el Valencia se proclamaría campeón de Liga.

El uruguayo, de todas formas, tuvo una segunda oportunidad en la temporada 2002/03 y se quedó en la plantilla ya que el equipo no se reforzó y Rafa Benítez necesitaba una plantilla amplia para disputar cuatro competiciones, entre ellas el retorno a la Champions League. Jugó más partidos que la temporada anterior gracias al sistema de rotaciones de Benítez, anotando un solo gol, pero su rendimiento fue incluso más pobre que la temporada anterior. Por ello, el Valencia finalmente decidió cederlo al Atlético de Madrid la temporada siguiente.

Después de una temporada irregular, en el verano de 2004, Claudio Ranieri le dio la oportunidad de formar parte de la plantilla del Valencia para la temporada 2004/05, a pesar de la dura competencia que tendría. Pero solo jugó un partido y, en el mercado de invierno el jugador salió cedido al Mallorca. El verano siguiente, el Valencia decidió desprenderse definitivamente del uruguayo, que jugó dos temporadas en el Hércules antes de volver a su país y jugar dos años en el Peñarol de Montevideo, colgando las botas en el año 2010.

Volviendo atrás, al verano de 2001, el Valencia también necesitaba un delantero de primer nivel, que pudiera subir la competitividad en la posición de atacante. Jardel, como era costumbre en los veranos anteriores, era el principal objetivo, pero el presidente del Porto, Pinto da Costa, todavía enfadado con el comportamiento y las maneras del Valencia a la hora de intentar fichar un par de veranos antes a Zlatko Zahovic, decidió cerrarle las puertas. La segunda opción era el chileno Marcelo Salas, de la Lazio. El Valencia disponía de dinero gracias a la venta de Gaizka Mendieta, precisamente a la Lazio, a pesar de que no cobraría íntegro el dinero acordado con el club italiano. El acuerdo con el jugador era total, así como también con la Lazio (6 millones más el traspaso de Kily González) pero una deuda que tenía el club con el chileno y que se negaba a pagar rompió la operación.

Finalmente el Valencia se lanzó a fichar al delantero del Atlético de Madrid, Salva Ballesta. El andaluz venía de ser máximo goleador de Primera División con el Racing de Santander en el año 2000 y, un año más tarde, fue el máximo goleador de Segunda División con el Atlético, anotando 29 y 27 goles respectivamente. Fue un fichaje que no fue bien recibido por la grada, ya que no tenía el perfil mediático que podían tener otras opciones y porque venía de la división de plata del fútbol español. El Valencia venía de jugar dos finales de la Champions League y los aficionados aspiraban a un nivel de jugadores superior. Rafa Benítez, como en el caso de De los Santos, lo tenía claro; Salva siempre fue su primera opción y lo quería a toda costa. El club valencianista pagó 12 millones al Atlético por sus servicios.

Su primera temporada fue poco productiva, jugando 22 partidos de Liga y marcando solo 5 tantos, un registro muy pobre para lo que se esperaba de él. En la última mitad de la temporada su participación fue muy escasa, siendo la cuarta opción en la punta de ataque por detrás de Juan Sánchez, Mista y Carew. A pesar de ello, puede presumir de haber sido parte del equipo que ganó la Liga aquella temporada.

Es importante destacar que Salva siempre tuvo una actitud conflictiva y una personalidad muy fuerte. Aquello le llevó a tener problemas con Rafa Benítez desde el principio. El entrenador madrileño era muy exigente y Salva no era muy partidario del trabajo duro, aparte de no gustarle el sistema de rotaciones de Benítez, lo cual le restaba minutos. Su actitud y su poca puntería hicieron que perdiera protagonismo a final de temporada y que Benítez se arrepintiera de su elección.

Aún así, la temporada siguiente Benítez le dio otra oportunidad, debido a la falta de refuerzos. Pero después de 2 partidos de Liga, uno de Copa del Rey y otro de Champions League (sin goles), el jugador fue cedido al Bolton Wanderers inglés. Para la temporada siguiente, el Valencia lo volvió a ceder, esta vez al Málaga, donde recuperó su olfato goleador, aunque eso no le valió para regresar al Valencia. En 2004 volvió al Atlético de Madrid, ya en Primera División, pero el jugador no respondió a las expectativas. Ya desligado del Valencia, Salva jugó dos años en el Málaga, media temporada en el Levante, dos años más en el Málaga otra vez (en esta ocasión, en Segunda División), retirándose en 2010 después de jugar un año en el Albacete.

Es demostrable el hecho de que Rafa Benítez nunca ha sido un gran fichador. De hecho, desde que el Valencia desperdició 27 millones de Euros en Salva y De los Santos, el Valencia no volvió a dejar que el técnico tuviera la última palabra a la hora de fichar a un futbolista, lo cual le llevó a tener problemas con la directiva en el futuro. Igual le ocurrió años más tarde en el Liverpool o en el Nápoles, donde tampoco estuvo muy acertado, a pesar de exprimir sus plantillas al máximo, como buen entrenador que es, para lograr sus objetivos. Rafa Benítez demostró, especialmente en estos dos fichajes, que los genios también pueden equivocarse.

martes, 16 de junio de 2015

El tornado inofensivo


EL TORNADO INOFENSIVO
Diego Alonso celebrando un gol con el Valencia
El Valencia logró retener en el verano de 1999 a la gran estrella de la entidad por aquella época: Claudio López. Hubo muchos rumores que colocaron al argentino en el Calcio italiano e incluso se creyó que el jugador tenía un acuerdo con el Atlético de Madrid para jugar de nuevo a las órdenes del hasta entonces entrenador del Valencia, Claudio Ranieri.

Se convenció al futbolista, se supone, con la promesa de aceptar alguna oferta que fuera lo suficientemente interesante para el jugador y para el club en el futuro. Y así fue; en otoño del mismo año, la persona que ejercía como consejero delegado del club y que tenía poderes de presidente, Manuel Llorente, llegó a un acuerdo con la Lazio italiana para traspasar al argentino en el verano del año 2000 por nada menos que 35 millones de Euros.

El Valencia, por tanto, necesitaba firmar un recambio que pudiera sustituir al goleador argentino. El primero en llegar fue el noruego John Carew pero, aún así, el club decidió apostar por un delantero uruguayo, de 25 años, procedente del Gimnasia y Esgrima de La Plata argentino: Diego Alonso, al que apodaban “el Tornado”. Venía de marcar 17 goles en el campeonato argentino aunque la afición valencianista miraba con recelo el fichaje, ya que se trataba de un delantero desconocido que llegaba tarde a Europa, ya que la mayoría de sudamericanos que despuntaban solían cruzar el charco a una edad más temprana. Además, su andadura con la selección uruguaya había sido bastante limitada. Y, por último, su precio no fue bajo precisamente: 7 millones de Euros.

Se trataba de un delantero oportunista, con una altura, 1’88, que le permitía ir muy bien de cabeza, y que era un luchador incansable.

Ni Carew ni Alonso tenían unas características similares a las de Claudio López, lo cual provocó que el juego del equipo se volviera más defensivo y en el que el sistema táctico se imponía sobre el resto de aspectos del juego.

Aún así, su comienzo de temporada fue prometedor, especialmente lo que demostró en el partido de vuelta de la previa de la Liga de Campeones, marcando dos goles al Tirol Innsbruck austríaco, demostrando ser un cazagoles clásico. De todas formas, el uruguayo empezó la temporada desde el banquillo debido a la gran forma en la que arrancaron el año tanto Carew como Juan Sánchez, que se complementaban en ataque de manera extraordinaria.
 
Diego Alonso sólo fue capaz de anotar dos goles en Liga, ambos en Mestalla contra el Rayo Vallecano y el Numancia. En la Champions League, en cambio, sí que tuvo más puntería, al marcar cuatro tantos en los diez partidos que disputó. Poco a poco el técnico argentino Héctor Cúper le fue restando protagonismo y el uruguayo no disputó ni un solo minuto en el último mes de competición.

Tras una temporada aciaga, el uruguayo fue cedido al Atlético de Madrid, por aquel entonces en Segunda División, formando una gran pareja en ataque junto a un jovencísimo Fernando Torres. Alonso fue el máximo goleador de la competición y logró el ascenso a Primera División con el Atlético. 

Sin embargo, eso no le valió para volver al Valencia, reciente campeón de Liga, y fue cedido nuevamente, esta vez al Racing de Santander, donde jugó una mala temporada y sólo logró un gol.

En el verano siguiente, el Valencia intentó incluirlo en un trueque con el Sporting de Portugal para conseguir al joven Cristiano Ronaldo pero el club lisboeta rechazó la propuesta. Así, fue cedido al Málaga, donde volvió a tener una temporada bastante irregular, anotando sólo seis tantos.

Finalmente, Diego Alonso se desvinculó del Valencia y empezó una andadura que le llevó a México, China, Uruguay, Argentina (en su ex equipo Gimnasia y Esgrima) y un retorno fugaz en España con el Murcia, en Segunda División.

Actualmente es técnico del Pachuca mexicano después de haber entrenado en su Uruguay natal y también en Paraguay.
Diego Alonso como entrenador
 

martes, 9 de junio de 2015

El delantero sin gol


EL DELANTERO SIN GOL
 
Javier Arizmendi como jugador del Valencia
En plena efervescencia del conflicto Quique-Carboni, el Valencia empezó a trabajar en la plantilla para la temporada 2007/2008 sin tener una idea clara de quién era el que tomaba las decisiones a la hora de fichar, vender o renovar contratos, y para más inri, el presidente Juan Soler tampoco tenía el carácter ni la capacidad para poder gestionar el área deportiva, aparte de la económica como acabó demostrando el tiempo.

Aún así el Valencia empezó a reforzarse. Uno de los primeros en llegar fue el central Alexis Ruano, procedente del Getafe, un central al que se le presuponía un gran futuro. Pero el fichaje que más sorprendió en aquella época fue el de un delantero que venía de hacer la mejor temporada de su carrera en el Deportivo de la Coruña hasta ese momento y que le hizo debutar con la Selección Española de la mano de Luis Aragonés en Old Trafford contra Inglaterra, a pesar de haber marcado sólo 5 goles en todo el año. En su defensa, también se debe argumentar que solía jugar como extremo en banda derecha en Riazor, lo cual le quitaba protagonismo en el área. Ese delantero era Javier Arizmendi.

Se trataba de un delantero espigado (medía 1.89 de altura), con buenos movimientos a pesar de su altura pero cuya capacidad para marcar goles era escasa para ocupar la posición que ocupaba. Es por eso que muchos entrenadores prefirieron colocarlo en la banda derecha, donde podía explotar su velocidad y su gran capacidad de trabajo.

La verdad es que sus comienzos fueron prometedores. Producto de la cantera del Atlético de Madrid, tuvo que buscarse la vida en el Racing de Santander, cedido por los colchoneros, para poder disfrutar de minutos. En 2005 se proclamó campeón de los Juegos del Mediterráneo en Almería con la Selección sub-21. Curioso mencionar que en las celebraciones por aquel título, Arizmendi posó con una bandera de claro color franquista aunque él arguyó que fue una bandera que le lanzaron desde el público. Ese mismo año fichó por el Deportivo, jugando dos buenos años antes de captar la atención del por aquel entonces entrenador del Valencia Quique Sánchez Flores, con quien compartía agencia de representación. El Atlético de Madrid recuperó al jugador para, semanas después, ser vendido al Valencia por nada menos que 7 millones de Euros.

A pesar de ser un habitual en los planes, primero de Quique y más tarde de Koeman, su temporada fue un decepcionante. Es cierto que tuvo dos momentos álgidos con la elástica valencianista. El primero de ellos fue en el Santiago Bernabeu, en un encuentro que iba empatado 2-2, Arizmendi recorrió la banda derecha con una gran velocidad, superó a Cannavaro y engañó a Casillas marcándole por su palo. Ese gol le dio la victoria a un Valencia que deambulaba por la tabla y suya permanencia en Primera División empezaba a estar en entredicho. El otro momento fue cuando Ronald Koeman decidió, en el último momento, alinear a Arizmendi y dejar en el banquillo a Joaquín en la final de la Copa del Rey. Arizmendi jugó un buen partido y estuvo cerca de marcar el primer gol de la final pero Mata le quitó el balón y remató con la cabeza para adelantar al Valencia en el marcador. 
 
Después de la destitución de Koeman, quien le dio muchos minutos aunque quizá, debido a su mala relación con Joaquín, Arizmendi perdió protagonismo y en la pretemporada de la temporada 2008/2009, fue traspasado al Real Zaragoza, equipo de Segunda División, recuperando parte de la inversión, pagándole unos 4 millones al Valencia. Aún así, fue un dinero que el Valencia no logró ingresar en su totalidad debido a que el club maño entró en ley concursal el año siguiente.

En Zaragoza jugó una gran temporada en la segunda categoría del fútbol español (9 goles) consiguiendo el ascenso pero en su retorno a Primera, Arizmendi volvió a bajar sus registros y en 2010 firmó por el Getafe, que después de un mal año, decidió cederlo al Neuchatel suizo y al Mallorca, respectivamente. En 2013 volvió al Deportivo, esta vez en Segunda División, pero su segunda experiencia en Riazor fue frustrante. Después de salir de Coruña, Arizmendi ha estado entrenando para poder encontrar un acomodo en algún club pero no ha recibido ninguna llamada interesante para hacerse con sus servicios y, con sólo 31 años, todo hace indicar que su retirada no está muy lejos. 

martes, 2 de junio de 2015

Cuando el pupilo se convirtió en jefe


CUANDO EL PUPILO SE CONVIRTIÓ EN JEFE
 
Quique Sánchez Flores y Amedeo Carboni
 
Corría el verano de 2005 y el Valencia venía de hacer una temporada post-doblete desastrosa. El equipo no logró ni clasificarse para la Copa de la UEFA y requería de un cambio radical. El primero de ellos se daría en el banquillo. Después del fallido retorno de Claudio Ranieri y del experimento fracasado de Antonio López, el presidente Juan Soler decidió contratar a la antigua leyenda del club, Quique Sánchez Flores, uno de los mejores laterales derechos que ha jugado en el Valencia. Venía de hacer una temporada fantástica en su año de debut en la élite en el Getafe, al que salvó del descenso con varias jornadas de antelación. La afición esperaba que tuviera similitudes con Rafa Benítez, ya que Quique tenía un perfil similar: joven, con hambre de triunfos y una idea de juego parecida.

Al mismo tiempo, otra leyenda del club, Amedeo Carboni, se disponía a disputar su última temporada como profesional. El italiano había renovado el año anterior por dos temporadas, cobrando en esos dos años lo que hubiera ganado en uno sólo, es decir, dividiéndose el sueldo. Pero con 40 años, sabía que estaba cerca su retirada como futbolista.

La temporada 2005/2006 fue bastante positiva a nivel deportivo (clasificados para la Champions League con dos jornadas de antelación) pero abrió una grieta que afectaría de manera inmediata al club y a los aficionados. Desde el primer momento Quique y Carboni, que tenían temperamentos fuertes, no congeniaron. Además, Quique le daba minutos a Moretti y a Fabio Aurelio, dejando como tercera y casi inédita opción al lateral de Arezzo. Al final sólo disputó 5 partidos de Liga, un bagaje muy limitado para un jugador acostumbrado a jugarlo todo. Al ver que tenía tan pocas opciones de jugar, Carboni aprovechó y se sacó el título de dirección deportiva, haciendo viajes esporádicos a Madrid para poder acudir a clase. Como era previsible, Carboni terminó la temporada retirándose y recibiendo una gran ovación de Mestalla, no así de sus compañeros quienes, salvo alguna excepción, dejaron al italiano sólo en el césped despidiéndose de la hinchada valencianista.
Carboni en su despedida como jugador en Mestalla
 
Aún así, Juan Soler, en una decisión sorprendente, decidió prescindir de Javier Subirats como director deportivo (quien había vuelto a trabajar en el club el año anterior, dos años después de haberse marchado) y contratar al inexperto Carboni, quien finalmente se había sacado el curso en dirección deportiva.

Carboni nunca tuvo un agente en su etapa como futbolista del Valencia por lo que se caracterizó por no conceder a los representantes más de lo que se estipulaba legalmente. Eso le acarreó algunos problemas, principalmente cuando se tuvo que negociar la renovación de Ayala, con quien no había hecho buenas migas en el vestuario años atrás. A Quique tampoco le hizo mucha gracia, ya que su relación con Carboni no era buena y vio como de la noche a la mañana, su pupilo se había convertido en su jefe. Además, advirtió que el italiano se había convertido en el ojito derecho del presidente.

Así pues, el Valencia fue el principal perjudicado por esta confrontación. La toma de decisiones a la hora de fichar fue el primer pulso que tuvieron que dirimir ambos. El primer conflicto se creó a la hora de buscar un extremo derecho. El italiano empezó a negociar por el brasileño de la Roma Alessandro Mancini quien, precisamente, había ido a Mestalla para disputar con su equipo el Trofeo Naranja en verano. En la rueda de prensa post-partido, Quique tiró a la basura aquellas negociaciones después de afirmar que no era el tipo de jugador que quería para su equipo. Entretanto, el presidente Juan Soler había intentado el fichaje de Cristiano Ronaldo pero dada su inviabilidad, Carboni siguió peinando el mercado y puso sobre la mesa el nombre de sus compatriotas Franco Semioli (Chievo Verona) y Marco Marchionni (Parma), ambos descartados inmediatamente por el cuerpo técnico. Al final lograron ponerse de acuerdo en un nombre, el del portugués del Benfica Simao Sabrosa. Pero cuando todo estaba prácticamente cerrado y el jugador iba a ser presentado el día de la misma presentación del Valencia ante su afición, su agente se descolgó pidiendo más dinero y Carboni, reacio a aceptar presiones de los agentes, rechazó su fichaje. Al ver la dificultad de firmar un jugador de banda derecha y ante la necesidad de atar un futbolista de relumbrón, Juan Soler decidió tomar la sartén por el mango y lanzarse a fichar, después de la negativa del Manchester United por Cristiano Ronaldo, a Joaquín, del Betis, por el que desembolsó 25 millones de Euros, avalados con su propio patrimonio.

Pero el conflicto final vino con la posición de delantero. El club buscaba un jugador que complementara a la dupla Villa-Morientes. Quique lo tenía claro, quería al delantero del Espanyol Luis García pero Carboni tenía otros planes. Al italiano no le gustaba el perfil del jugador perico y su precio era prohibitivo (más de 15 millones de Euros según algunas publicaciones). Por lo que, en su empeño de firmar un compatriota, y a pesar de la negativa del cuerpo técnico, Carboni fichó a Francesco Tavano por unos 10 millones. El punta transalpino había logrado la nada desdeñable cifra de 19 goles con el modesto Empoli.

Quique fue coherente y apenas utilizó al delantero italiano en la rotación del equipo, a pesar de las muchas lesiones que estaba sufriendo la plantilla. Además, aprovechó el hecho de que Tavano había llegado bajo de forma y con un ligero sobrepeso. Tampoco ayudaba la personalidad reservada del jugador, que apenas tenía relación con sus compañeros. Al final sólo jugó 221 minutos divididos en 6 partidos (ningún gol) antes de hacer las maletas y volver a Italia en enero, siendo cedido a la Roma.
Francesco Tavano durante uno de sus pocos partidos con el Valencia
 
A pesar de los intentos de Juan Soler por mejorar la relación, la distancia entre Quique y Carboni ya era muy grande. Incluso afectó a los aficionados, quienes crearon bandos a favor de uno y del otro.

El Valencia acabó consiguiendo el objetivo principal de volver a clasificarse para la Liga de Campeones y el presidente acabó llegando a la conclusión de que debía decidirse por uno de los dos, por el bien de la estabilidad del club. Cuando todos esperaban que eligiera al italiano, Soler acabó apostando por el entrenador madrileño, aunque meses después acabaría destituyéndolo.

La última confrontación entre ambos tuvo lugar una vez Carboni ya estaba fuera del club. En un movimiento inteligente, el italiano había logrado firmar a un joven futbolista de la cantera del Real Madrid: Juan Mata. El jugador había rechazado todas las ofertas de renovación del club madridista y Carboni le ofreció la posibilidad de tener minutos en el primer equipo del Valencia. Así pues, lo firmó sin tener que pagar ningún traspaso, ya que su contrato expiraba ese mismo año, y en contra de la opinión del cuerpo técnico valencianista. Hay rumores que dicen que Quique no le dio minutos porque fue Carboni el que había apostado por él, y otros aún peores que dicen que, al negarse Mata a renovar con el club merengue, Míchel, entrenador del filial madridista y buen amigo de Quique, le había recomendado al entrenador valencianista no alinear al jugador. Pero todo eso son conjeturas. Al fin, la historia dice que Quique apenas le dio protagonismo y fue el holandés Ronald Koeman quien sacó al joven de su ostracismo y lo ayudó a desarrollar su potencial. 
Juan Mata celebrando un gol en su primera temporada con el Valencia
 
Al final, esta confrontación entre Quique y Carboni fue sólo el aperitivo de conflictos mucho mayores que ocurrieron meses más tarde y que acabaron con el Valencia en los puestos peligrosos de la tabla clasificatoria, demasiado cerca del descenso.

martes, 26 de mayo de 2015

Una temporada digna de estudio


UNA TEMPORADA DIGNA DE ESTUDIO
 
Los jugadores del Valencia celebrando la consecución de la Copa del Rey
 
Que el Valencia nunca ha sido una balsa de aceite, ni a nivel social ni a nivel deportivo, todo el mundo lo sabe. Siempre ha habido conflictos para conseguir el poder del club, múltiples dificultades financieras y conflictos a nivel deportivo que han deparado en crisis institucionales. Pero hubo un año, una temporada, en la que varios elementos se juntaron para que el club se desmoronara a nivel institucional y, sobre todo, a nivel deportivo. Y, aún así, el club salió adelante con un triunfo para el recuerdo.

Corría el mes de junio de 2007 y la lucha de poder a nivel deportivo ya era encarnizada. El entrenador era Quique Sánchez Flores, quien tenía una guerra declarada públicamente con el por aquel entonces director deportivo, Amedeo Carboni. Ambos leyendas del Valencia en su época como jugadores. El principal conflicto, como suele ser habitual en estos casos, residía en el poder para realizar fichajes y las relaciones que tenían ambos con pesos pesados del vestuario valencianista. Todo aquello desembocó en la creación de dos bandos, tanto en el equipo como en los aficionados.

La situación era insostenible y la persona que presidía el club en aquel momento, Juan Soler, no ayudó para solucionarlo. A Quique le restaba un año de contrato y el final de temporada no había sido brillante. Real Madrid y Barcelona no habían brillado y hubo aficionados y voces dentro del club que pensaban que, una vez lograda la clasificación para la Liga de Campeones, el equipo se había relajado y se había conformado con la cuarta plaza. Aparte de eso, el equipo cayó en cuartos de final de la máxima competición continental de manera muy dolorosa, ante el Chelsea en la prórroga. Muchos pedían la cabeza del entrenador. Por otro lado, Carboni había trazado una línea muy dura en cuanto a negociaciones y fichajes. No aceptaba que el entrenador se entrometiera en su trabajo y no era partidario de ceder ante representantes (él nunca tuvo uno durante su etapa como jugador), lo cual propició, por ejemplo, la marcha de Fabián Ayala al cambiar las condiciones de su renovación por el Valencia.
Quique en su época como entrenador del Valencia
Juan Soler dijo que a finales de junio acabaría decidiéndose por uno de los dos y cuando todos esperaban que el elegido fuera Carboni (el ojo derecho del presidente), al final se decantó por Quique. Prescindió del italiano en favor del técnico madrileño. Se firmó al ex-d­irector deportivo del Atlético de Madrid, Miguel Ángel Ruiz, el cual sí que tenía mayor capacidad de consenso con Quique. Se trajeron futbolistas del agrado del técnico, mayormente jugadores representados por el mismo agente de Quique por aquel entonces, como Arizmendi o Alexis, aunque tuvo que aceptar a jugadores fichados por Carboni antes de ser despedido, como Mata, Sunny o Hildebrand, a quienes no les dio mucha bola. También llegarían ese verano Helguera procedente del Real Madrid y Caneira, después de su cesión en el Sporting de Portugal.

Pero el principal brete vino a la hora de fichar un mediocentro. El Valencia necesitaba un recambio para Baraja, el cual venía arrastrando problemas físicos durante la temporada anterior. El Valencia tanteó varias opciones pero no parecía haber una directriz muy clara, ya que eran jugadores muy distintos. Se habló de que Carboni tenía un acuerdo por Wesley Sneijder pero que Quique lo echó por tierra diciendo aquello de que “no da el perfil”. Luego se intentaron los fichajes de Lucho González y de Kim Kallström pero ni el Porto ni el Olympique de Lyon rebajaron sus pretensiones. También se valoró la posibilidad de incorporar a Seydou Keita, del Racing Lens, que ese mismo año ficharía por el Sevilla y que jugaría en el Valencia en el año 2014; no se fichó porque, según palabras del director deportivo Miguel Ángel Ruiz, “con los nombres que se están barajando, si traigo a este desconocido me echan a gorrazos”. Días más tarde se intentó fichar a Van der Vaart, vistiéndolo incluso con la camiseta del Valencia, pero el Hamburgo se negó a negociar. Curioso que al final, tanto Sneijder como Van der Vaart firmarían por el Real Madrid. Finalmente llegaron a un acuerdo por el futbolista del Benfica, cedido en el Everton inglés, Manuel Fernandes. Un jugador más desconocido que los demás, con una calidad técnica tremenda pero perezoso y con una cabeza poco centrada. Se pagaron 18 millones de euros por un jugador que acabó fracasando y costándole al Valencia una fortuna. Durante esos días también se fichó al gigante serbio Nikola Zigic, que había triunfado en el Racing de Santander la temporada anterior con sus 2’02 m. de altura. También se pagaron otros 18 millones de euros por él y también fue otro fracaso.
Rafael Van der Vaart posando con la camiseta del Valencia
El equipo superó la previa de la Liga de Campeones contra el flojo Elfsborg sueco pero la Liga empezó muy mal, con derrota incontestable por 0-3 contra el vecino emergente, el Villarreal de Manuel Pellegrini. El juego tampoco ayudaba y la afición mostró su descontento con Quique, demostrando que su imagen estaba desgastándose a pasos agigantados. Aún así el equipo iba sacando los resultados a trancas y barrancas aunque las sensaciones no fueran buenas. En Champions League la situación no era mejor. Se ganó en Gelsenkirchen contra el Schalke 04 pero el Valencia cayó en casa contra el Chelsea y, aún peor, en Trondheim contra el flojo Rosenborg noruego. La puntilla la dio el Sevilla, que ganó con autoridad al Valencia en el Sánchez Pizjuán y provocó uno de los episodios más surrealistas de los últimos años, con el director de comunicación, vestido con una sudadera con capucha, anunciando la destitución de Quique Sánchez Flores a altas horas de la madrugada.

Los aficionados mostrando su descontento con Quique

La prensa empezó a sacar nombres como los de Marcello Lippi (campeón del mundo en 2006 dirigiendo a Italia) o José Mourinho (que había sido destituido recientemente en el Chelsea). Pero el recambio lo tenía más que claro el presidente Juan Soler: Ronald Koeman. En el sorteo de la Liga de Campeones, en agosto, el técnico holandés se dirigió al presidente y le dijo que con Quique nunca ganarían nada y que él sería la persona idónea. Tan volátil como pusilánime, Soler lo nombró entrenador del Valencia, a pesar de tener que pagar 3 millones de euros al club al que pertenecía Koeman, el PSV Eindhoven. Aparte de ofrecerle un contrato de larga duración con una ficha que doblaba la que tenía Quique. Óscar Fernández, técnico del filial valencianista, dirigió al equipo durante dos partidos antes de que el holandés se hiciera cargo. Una humillación contra el Real Madrid en Mestalla (1-5) y una victoria balsámica en Mallorca (0-2).

Ronald Koeman en su época como entrenador del Valencia
La llegada del holandés no solucionó el problema futbolístico ni anímico del club, más bien el resultado fue echarle más gasolina al fuego. El Valencia quedó apeado de la Liga de Campeones en el mes de diciembre y en la Liga el equipo iba cuesta abajo. Hasta que llegó el 18 de diciembre y todo explotó.

Ronald Koeman, de improvisto, por iniciativa propia y apoyado por Juan Soler, decidió apartar del equipo a tres pesos pesados de la plantilla, nada menos que David Albelda, Santi Cañizares y Miguel Ángel Angulo. Y muchos piensan que Joaquín y Vicente vendrían detrás, por su nefasta relación con Koeman, pero aquello hubiera sido muy exagerado. Eso no hizo más que dividir a la afición y al propio vestuario. El holandés nombró como capitanes a Rubén Baraja, Carlos Marchena y Marco Caneira.

Los días siguientes fueron una ebullición de ruedas de prensa, lágrimas y vergüenza. Todo hacía indicar que los tres se marcharían en el mercado de enero. De hecho, Albelda tuvo propuestas del Chelsea y del Villarreal pero le exigía al Valencia que le pagara lo que le restaba de contrato. El Valencia se negó y el jugador llevó a juicio al club. Al final se quedaron los tres y tuvieron que estar entrenando aparte del resto de compañeros durante tres meses; huelga decir que ya no fueron convocados nunca más por el entrenador holandés. Eso provocó que Albelda, un regular en la selección española, se perdiera la Eurocopa de 2008 que finalmente ganaría España de la mano de Luis Aragonés.

David Albelda tras ser apartado del equipo por Ronald Koeman
 
El club decidió invertir en dos nuevos jugadores pedidos por Koeman: su compatriota del Ajax Hedwiges Maduro, un mediocentro defensivo que venía a cubrir el puesto de Albelda, y que costó unos 3 millones de euros y el joven mediocentro creativo Ever Banega, procedente de Boca Juniors a cambio de 14 millones de euros, que venía a reemplazar a Manuel Fernandes, que tuvo que salir del club en el mercado de invierno debido a un escándalo nocturno que terminó con él en un calabozo. Los dos no aportaron gran cosa en lo que quedaba de temporada, a pesar de que Banega, de 19 años, demostraba a cuentagotas que podía ser un jugador que podía marcar diferencias.

El día siguiente al conflicto de Albelda, Cañizares y Angulo, el equipo viajó a Irún para emprender su andadura en la Copa del Rey, contra el Real Unión. Koeman, viendo que el equipo en Liga no estaba rindiendo bien, se puso como objetivo la competición copera, al decir que era el camino más corto para ganar un título. El Valencia se deshizo sin problemas del Real Unión y del Betis con Joaquín y Zigic jugando a un gran nivel. El siguiente rival sería el Atlético de Madrid y después de una victoria por la mínima en Mestalla, con gol de Silva, el equipo sufrió lo indecible y perdió 3-2 en el Vicente Calderón que le daría el pase a semifinales gracias al valor doble de los goles fuera de casa, y con una gran actuación de Timo Hildebrand y de un emergente Juan Mata, el más beneficiado por la llegada de Ronald Koeman, ya que con Quique estuvo prácticamente inédito.

Ahí fue cuando el equipo creyó que la Copa del Rey podría ser la salvación de una mala temporada y en semifinales tuvo que vérselas con el FC Barcelona de un Frank Rijkaard que ya estaba dando sus últimos coletazos como entrenador blaugrana. El Valencia salió vivo de milagro del Camp Nou y, aún así, el Barça marcó el empate a uno en el minuto 93 por medio de Xavi (Villa marcó para el Valencia). Mucho tuvo que ver el portero alemán Hildebrand, quien compensaba sus errores en Liga con fantásticas actuaciones en Copa; llegó a hacer más de veinte paradas en aquel partido. El partido de vuelta en Mestalla fue vibrante y se vivió una noche como hacía tiempo que no se vivía en el feudo valencianista. Con mucho sufrimiento, se ganó 3-2 y el Valencia se clasificó para la final de Copa del Rey. En la final esperaba el Getafe, vigente subcampeón de la competición.

Una final que tuvo lugar en el Vicente Calderón, lo cual creó controversia dada la evidente proximidad entre Madrid y Getafe. Aún así los jugadores del Valencia se conjuraron para ganar el título. En el minuto 10 el Valencia ya iba ganando 2-0 con goles de Mata y Alexis. El Getafe metió miedo al recortar distancias con un gol de Granero de penalti antes del descanso pero en los últimos minutos, cuando los azulones más apretaban para empatar el partido, un lanzamiento de falta magistral de Baraja hizo que el portero del Getafe despejara mal el balón y Morientes sólo tuvo que empujarlo con la cabeza para que el 3-1 final subiera al marcador. En una de las temporadas más extrañas de su historia, el Valencia había ganado un título, tenía la clasificación asegurada para la Copa de la UEFA y estaba a escasos puntos del descenso. Todo con un equipo construido para luchar por clasificarse para la Liga de Campeones y para pelear la Liga.
 

Durante este tiempo el Valencia volvió a dar una sorpresa inesperada, ganando al que a la postre sería campeón de Liga, el Real Madrid, en el Santiago Bernabeu por 2-3, con un gol de Arizmendi en el minuto 89 y una actuación soberbia de Timo Hildebrand. Otro hito más en una temporada que siempre se consideró como digna de estudio.

También digna de reseñar fue la dimisión de Juan Soler. Cansado de que todas las culpas fueran hacia él, decidió primero dejar de acudir a Mestalla y unos meses más tarde presentó su renuncia. Su consejero Agustín Morera le sustituyó hasta el final de la temporada.

Koeman fue destituido cinco días después de proclamarse campeón de la Copa del Rey, tras caer 5-1 en San Mamés contra el Athletic. La situación deportiva era más que peligrosa y el vestuario necesitaba ese cambio. El delegado del equipo y ex-jugador del Valencia, Voro, cogió las riendas del equipo para las últimas cinco jornadas, consiguiendo cuatro victorias, una de ellas agónica contra el Real Zaragoza, rival directo en la lucha por evitar el descenso. Así, Voro se convirtió en el entrenador con el mejor porcentaje de victorias de la historia del club. Además, volvió a darles minutos a Albelda, Angulo y Cañizares. El portero decidió retirarse nada más concluir la temporada, Angulo se marchó al año siguiente, en 2009 al Sporting de Portugal para retirarse un año después y Albelda aún pudo continuar hasta 2013, momento en el que se retiró.

El Valencia finalmente se salvó gracias a esas victorias conseguidas por el equipo de Voro en una temporada extraña, en la que el equipo estuvo mal dirigido desde el principio en todos los estamentos y que tendría consecuencias graves para el futuro económico y deportivo del club.